Monday, May 31, 2010
La tecnología cuprífera y el estándar de vida chileno
(Actualizado Julio 7, 2010)
Me sorprendió lo mucho que ha influido la tecnología en la vida de los chilenos, a través del bienestar que ha traído la minería del cobre, —sus altas, y más que nada sus evitables bajas.
Todo comenzó para mi con un comentario que dejé en el blog de Gabriel, que desató la curiosidad de Eileen Bashak, una pariente lejana interesada en las familias Wylie Ross de Chile, quien me contactó.
Así, buscando alguna referencia de mis antepasados, comencé a leer las historias de los ingleses en Valparaíso, de los mineros en Copiapo, Lebú y Lota; y de ahí a darme cuenta de que Chile ha surgido fundamentalmente en las espaldas de su minería —no ha existido una fuerza más poderosa en la determinación del bienestar de los chilenos.
Y la tecnología jugó y juega aun un papel fundamental.
Cuando se explota una mina, primero se procura extraer el mineral más valioso. A medida que pasa el tiempo, la ley del mineral va decayendo, hasta el día en que se cierra la mina porque ya no es rentable explotarla.
Así, los indios Diaguitas y otros pirquinearon e inician la explotación del cobre en pequeñas minas para fabricar pulseras, hachas y otros.
Los españoles continuaron la explotación, especialmente interesados en la fabricación de cañones. Sin embargo, la corona agrega que las minas son de la exclusiva propiedad del rey, medida que freno su desarrollo, aunque se sabe que hubo mucho contrabando —era muy lucrativo para los barcos ingleses (piratas) traer telas, herramientas y utensilios domésticos de Inglaterra y regresar cargados de cobre.
La independencia de Chile, con sus altos y bajos o los tres años de reconquista (1814-1817), acercaron aun más a los ingleses a Chile, por eso del "enemigo de mi enemigo es mi amigo".
Así, con apoyo y préstamos ingleses, algunas acomodadas familias del agro dan fruto a empresarios de la minería como José Tomás Urmeneta (1808-1878) y Matías Cousiño (1810-1863), que sinergizan sus esfuerzos, Cousiño supliendo el carbón para las fundiciones de Urmeneta.
Y es justamente la implantación de los hornos de reverbero en las fundiciones, —un adelanto tecnológico—, lo que permitió explotar industrialmente el mineral de cobre con leyes más bajas, dando un impulso enorme a la producción del cobre chileno hasta llevarla al nivel de primer productor mundial.
Un horno de reverbero permite calentar el mineral a mayores temperaturas "reverberando" el calentamiento del primer horno al segundo que lo compone.
Entonces, ya vemos como se han desplazado dos estamentos de mineros por su carencia de tecnología, el indio y el pequeño minero pirquinero.
Otro gran empresario, quizás el que se enriqueció más, fue Agustín Edwards Ossandón (1815-1878), que actuó fundamentalmente como habilitador minero, una suerte de super-banquero que prestaba a un interés entre el 10-18% anual, amarrando al minero por varios otros frentes: ganando por la provisión y venta de equipos y herramientas, y comprometiendo un precio de compra del mineral que le permitía ganar en su reventa al extranjero.
Del libro de Agustín Ross recojo esta anécdota:
"La base de la circulación monetaria de Copiapó consistía en onzas de oro, de todas nacionalidades toleradas por la ley, y en moneda divisionaria de plata. Las onzas de oro eran relativamente pocas en el distrito; pero don Agustín tenía su sistema para hacerlas circular con actividad, sacando provecho de cada movimiento del dinero. Recibía dinero en depósito, abonando interés, y a cada depositante otorgaba un "valecito" manuscrito. Si llegaba a su oficina uno de los depositantes a cobrarle 15, 20 o 30 onzas, le averiguaba a quien iba a pagarlas o entregarlas, y tomaba nota mental o escrita. Si ocurría otro cliente a cobrarle o a solicitar un préstamo, y se le había agotado el dinero en caja, les hacía esperar un rato, o les citaba para una o dos horas después, o para el día siguiente y salía personalmente a recoger las onzas que el primer ocurrente había repartido, entregando al nuevo dueño del dinero un valecito con intereses, escrito allí mismo. Estaba tan habituado a esto, y era tal la confianza que los comerciantes de Copiapó tenían en él, que no se le presentaba ninguna dificultad; y hacía circular el mismo dinero varias veces al día siempre efectuando alguna operación útil. Con poco circulante se hacían muchos negocios con provecho, merced la buena cabeza del banquero".
A su muerte deja el equivalente a $6 mil millones de dolares de hoy a su viuda, Juana Ross Edwards, quien ha sido una de las más grandes benefactoras de Chile.
Pero, continuando con el cobre y los chilenos, desde 1880 hasta fines de siglo, con los ingresos del salitre sumados a los del cobre se vivía muy bien.
Todos conocemos la historia de Guggenheim y su invención del salitre sintético para la primera guerra mundial (1914-1918), que dejó sentir sus efectos luego de concluida la guerra, que golpea de manera doble las arcas fiscales y el estándar de vida de los chilenos, porque después de una guerra cae la demanda y los precios de los metales.
Y aquí debo detenerme un poco.
Gradualmente, la disminución de la ley de las minas hace que los chilenos dueños de las minas del siglo XIX vendan porque ya no es rentable continuar su operación. Las empresas americanas comienzan a comprar minas en este momento, porque tienen la tecnología y los capitales requeridos para explotar minerales de baja ley, menos del 6%.
En esta condición, durante ambas guerras mundiales las minas americanas venden su metal a un precio preferencial para favorecer a EE.UU., varias veces inferior al de mercado, perdiéndose la oportunidad de ahorrar para los años de las vacas flacas que ocurren incuestionablemente después de las guerras por la caída en la demanda de metal.
El peor momento para Chile llega para la depresión de los años '30, los ingresos y empleos del salitre han desaparecido y el paupérrimo precio del cobre cierra minas.
La desesperación del gobierno por mantener los recaudos fiscales —ante la presión de los desempleados— hace que éste suba los impuestos desde un 10 a 20% conque se gravó las utilidades mineras en los tiempos buenos hasta un paralizador 66%, con variaciones dependiendo primordialmente del tamaño de la empresa y de los acuerdos que negociaba con ellas: inversión a cambio de rebajas en impuestos.
Indudablemente los elevados impuestos aguantaron las inversiones, que debían ser cuantiosas —al igual que hoy— sólo para sostener el nivel de producción alcanzado.
En este ambiente los acaudalados pierden el interés por emprender, aletargándose en el disfrute de su bienestar, contribuyendo al estancamiento del crecimiento del país, y justificando el creciente descontento y ayudando a los argumentos de los movimientos de izquierda, que culminan con la nacionalización de las grandes minas de cobre en el año 1971.
Para aquietar las esperadas represalias del gobierno americano, que supondría usurpar abierta e ilegalmente la propiedad de compañías americanas, el gobierno de Salvador Allende justifica la expropiación con una compra muy particular. El precio de compra se calcula en base al precio de libro de estas minas, pero ingeniosamente, se descuentan los impuestos que Chile no recaudó durante las dos guerras mundiales —ascendente a $774 millones de dólares. Como resultado, sólo un par de minas pequeñas iniciadas después de la Segunda Guerra Mundial arrojan un balance positivo, las demás deben al gobierno chileno.
Richard Nixon, junto a Henry Kissinger, deciden sancionar indirectamente al gobierno de Allende con todo el peso del gobierno americano, más que nada, para evitar que la idea de nacionalizar compañías americanas se riegue por los demás países del hemisferio.
Imaginen lo distinta que habría sido nuestra historia y vida política si nuestros mineros hubieran continuado incorporando nuevas tecnologías, como lo hizo en su momento Urmeneta —se pudo evitar mucha pobreza y discusiones agrias durante la mayor parte del siglo XX.
Como lección me queda, que los precios del cobre han afectado y seguirán influyendo nuestras vidas de manera significativa. Ciclicamente por las guerras, por lo que son importantes las políticas de ahorro contra-cíclicas. También, que debemos reconocer el fenómeno actual como uno único debido a la excepcional demanda de metal que implica el crecimiento inusual de China.
Una de las lecciones más importantes es que no podemos quedarnos atrás tecnológicamente en lo que cotidianamente hacemos, en todos los procesos involucrados: manufactura, distribución, ventas y financiamiento.
La búsqueda de nuevos ángulos en el negocio de la empresa, inversiones, inversionistas, socios, es un tema frecuentemente descuidado, pero, que es obviamente relevante a la optimización de su crecimiento.
Otra de las lecciones es que debemos mantenernos alerta para encontrar en otros campos nuevas vetas que explotar —los juegos de Flores, por ejemplo.
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